sábado, 6 de agosto de 2011

Infusión Indian Chai - Cuento "Etel"

Indian Chai es una mezcla hecha con canela, jengibre, clavo y cardamomo. Reproduce el esquema del famoso “chai”,  procedente del norte de la India. Se puede tomar solo o para aromatizar cualquier té de origen. Destaca el efecto energizante. Su color es anaranjado. Aroma especiado, picante, destacando la canela y el jengibre. En su sabor domina la canela, perfumada por el clavo, el jengibre y el cardamomo,  en ese orden. Puede tomarse a lo largo de todo el día.

Etel


¡Casi se pasa de estación! Estaba cansada, no había dormido bien, le quedaban varias paradas de metro y había cerrado los ojos sólo un momentito, de verdad, sólo unos segundos, y cuando los abrió pensando que podría volver a cerrarlos un rato más... ¡ahí estaba su parada! Sólo imaginar que tendría que haber dado la vuelta... ¡Qué pereza! Al menos el susto sirvió para despertarla del todo. Y aunque, sí,  estaba remolona, le apetecía mucho ver a su amiga y a su hijo. La vida es caprichosa. Hacía tiempo que se llamaban de tarde en tarde, se veían más de tarde en tarde aún y, de repente, coinciden en unas clases de yoga y se vuelven casi inseparables. Sin darse cuenta sus vidas empezaron a andar un mismo camino. Y cuando su amiga fue mamá volvió a ser complicado verse, pero robaban ratos para seguir andando juntas ese camino de alguna manera.
El niño era adorable. Le encantaba estar con él, abrazarle, cantarle, besarle, mirarle correr con ese trotecillo cascabelero. Pero cuando su amiga le propuso cuidarlo de vez en cuando pensó que le haría daño. Sí, creía que cuidar de un niño ajeno cuando ansiaba tener los propios sería incómodo, incluso, sí, doloroso. El primer día el niño la miró en silencio y se agarró fuerte a su madre. “Empezamos bien”, pensó. Pero luego el niño sonrió y se dejó acariciar y sin saber cómo ya estaban dibujando juntos.
Últimamente se atrevía a pensar que era un poquito mamá para él. Le había enseñado cosas asombrosas como acariciar a los demás, cantar algún mantra e incluso decir su nombre. Esther. Aunque él decía “Etel”. ¿Cómo no sentirse mamá cuando él decía “Etel”?
Ya estaba llegando, doblar la esquina y... ¿Una ambulancia? ¡Le daban escalofríos! Estaba justo frente al portal de su amiga. Se le aceleró el pulso. “Calma, no pienses tonterías. ¿Qué puede haber pasado?” Sube y casi se desmaya al ver abierta la puerta de su amiga y una camilla saliendo. “¡Por dios, que no sea el niño, que no sea el niño! ¡Que esté bien, dios, dios, dios!”
Abre los ojos. Se ha pasado por lo menos siete paradas. Nunca se había alegrado tanto. Encantadísima dará la vuelta, sin pereza. Encantadísima. Su niño la espera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario