domingo, 12 de febrero de 2012

Cuento "Una de cacos" - Infusión Gunpowder Superior

Infusión Gunpowder Superior

  Se enrollan las hojas para preservar así su frescura al estar la superficie menos expuesta al aire. Antiguamente este proceso era manual. Hoy en día sólo los grados más altos de Gunpowder se enrollan a mano, todos los demás se procesan a máquina. La nota balsámica de este té lo hace refrescante. Su color es amarillo dorado, algo turbio. Aroma herbal fragrante y balsámico. Su sabor es maduro, sin astringencia y vegetal.

Una de cacos

    Era la primera vez que salía a cenar con sus amigas en todo un largo año. Y ni siquiera hasta muy tarde: cual Cenicienta se despidió del conciliábulo sobre las doce.
    Lo había pasado en grande riendo a carcajadas con la libertad en la risa que da la ausencia de un hijo pequeño por unas horas. Un niño precioso y adorable pero que la exprimía hasta la médula y se la bebía a grandes sorbos. Así que ahí estuvo, reponiendo su médula en ese maravilloso aquelarre a base de cerveza, sushi y helado de judías.
     Sí, la primera vez que salía en todo un largo año... y la atracan en el portal de su casa. Le pudo la buena educación a una intuición cargada de miedo, y no osó darle con la puerta en las narices al chico que se disponía a entrar tras ella. Gritos, algún porrazo, tirón de bolso y carrera tras el caco en un intento ingenuo de recuperar la pequeñita parte de su vida que se llevaban con sus efectos personales. En la alocada carrera, de repente, se le unieron unas cinco personas y un perro que por allí andaban, tomando el fresco unos y alguna litrona, otros. Y fue en balde.
    Llorando de rabia regresó al portal acompañada por los de la litrona. La animaban diciendo que seguramente recuperaría la cartera al día siguiente. Pero a ella no le dolía la cartera, le dolía la cabeza por los golpes, el alma por la impotencia y la intuición por haberla ignorado. Bueno, y la carísima barra de labios, las fotos de su hijo y su bolígrafo favorito.
     El bolso no apareció y durante unos días vivió como nunca lo había hecho: temerosa. Pero ese miedo como vino se fue, quizá porque criar a un hijo es tan grande y agotador que no tenía tiempo para recordar ni temer ladrones. Eso sí, aun sabiendo que los cacos campan a sus anchas a cualquier hora del día, las cenas, de momento, las postergaba. Le daba más tranquilidad quedar para el brunch o el té de las cinco. Y no iba a escatimar en carcajadas con sus amigas. Pues buena era ella.

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